En los últimos meses, la electricidad en España ha sufrido un aumento en sus precios. A este escenario se suma que se ha puesto en marcha la nueva tarifa eléctrica que establece distintos precios según el día y la hora. No obstante, la subida en la factura de la luz o la preocupación por el planeta no son las únicas razones por las que los principios de sostenibilidad y eficiencia energética han cobrado protagonismo en el ámbito de la vivienda. La calificación energética de una vivienda podría llegar a impactar en el interés de posibles compradores o arrendatarios por la vivienda, el tipo de hipoteca a la que se puede optar para su compra o, incluso, en su valor de tasación.
De hecho, aquellas viviendas con alta eficiencia energética podrían beneficiarse de ventajas como pueden ser las hipotecas verdes que ofrecen los bancos para fomentar la responsabilidad social ofreciendo tipos de intereses más bajos. De la misma forma, las viviendas que vayan a realizar una rehabilitación que tenga su foco en aumentar la eficiencia energética, podrían contar con ayudas del Estado.
Sin embargo, en este panorama, las entidades de tasación se han encontrado con el reto de establecer parámetros que permitan valorar la sostenibilidad de la forma más objetiva posible, para aumentar el valor de aquellas viviendas que cuenten con las instalaciones adecuadas. Aunque es algo en lo que, teniendo en cuenta los múltiples beneficios que aporta el contribuir a la sostenibilidad global en el ámbito inmobiliario, ya se está trabajando.
El desafío entonces está en aumentar el nivel de sostenibilidad y eficiencia energética en los hogares para reducir gastos diarios, contribuir a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global o incluso, poder aumentar el valor del inmueble. Para ello, los expertos de Instituto de Valoraciones arrojan algunas recomendaciones:
· A la hora de hacer reformas, pequeñas acciones para mejorar la eficiencia: aislar paredes, suelos o techos para evitar fugas de calor, utilizar ventanas de aislamiento térmico, reemplazar electrodomésticos antiguos por otros más nuevos que consuman menos energía, utilizar sistemas de iluminación de bajo consumo, o instalar sistemas inteligentes que fomenten un uso óptimo de los sistemas de climatización, luz o agua, son algunas de las acciones que se pueden realizar para mejorar la eficiencia energética de los hogares.
· La domótica, el gran aliado para el ahorro: contar con sistemas inteligentes en el hogar que ayuden a gestionar de forma más eficiente el consumo de energía es un factor que podría contribuir en gran medida al ahorro y a la sostenibilidad. Esta tecnología facilita el control de los sistemas de consumo de climatización, luz, agua o gas permitiendo a los usuarios programar sus horas de encendido o apagado, establecer la temperatura óptima, o incluso, monitorizar el consumo para saber en qué momentos ha sido mayor.
· Certificaciones energéticas altas, como objetivo, ¿cómo conseguirlas?: La escala de la calificación energética va desde la A hasta la G, siendo la A el nivel más eficiente y el G el menos eficiente. Este documento es obligatorio y podría llegar a impactar en el interés de posibles compradores o arrendatarios por la vivienda, el tipo de hipoteca a la que se puede optar para su compra o incluso, en su valor de tasación. Para mejorarla, influyen factores como el aislamiento de la vivienda, el uso de fuentes de energías renovables, la calidad energética de los electrodomésticos, etc.
· Instalaciones eficientes que respondan a los nuevos hábitos: a la hora de hacer una construcción o rehabilitación, se debe valorar la instalación de servicios que fomenten la sostenibilidad y que puedan ser necesarios para el estilo de vida de los habitantes. Un ejemplo podría ser instalar estaciones de carga para vehículos eléctricos en los parkings o paneles solares en las azoteas para contar con energía que provenga de fuentes renovables, dos acciones que en comunidades como la de Madrid pasan a ser requisitos indispensables en ciertos casos según la Ordenanza 4/2021, de 30 de marzo, de Calidad del Aire y Sostenibilidad.