En el actual escenario económico marcado por una inflación persistente, tensión geopolítica e incertidumbre financiera, comprender el comportamiento del inversor y del consumidor final se ha convertido en una herramienta esencial para la toma de decisiones. La psicología del comprador en tiempos de inflación ha cambiado de la mano de una modificación de la percepción del valor y del dinero. Así lo advierte Tecnotramit, una de las principales compañías de España y Portugal en gestión soluciones y servicios para entidades financieras y compañías inmobiliarias.
En este sentido, Vicenç Hernández Reche, economista, doctor en Psicología Económica y CEO de Tecnotramit, subraya que tanto los consumidores como los inversores se enfrentan hoy a un entorno emocionalmente más complejo que racional. “La inflación no solo erosiona el poder adquisitivo, también distorsiona nuestra percepción del valor y del dinero. Cambia la forma en que compramos, invertimos y priorizamos”, afirma el experto.
La llamada ‘anestesia inflacionaria’, por la cual los consumidores se acostumbran progresivamente al alza de precios, convive con fenómenos como la ilusión monetaria, en el que el consumidor puede sentirse más rico porque ha recibido un aumento salarial, aunque ese incremento no supere el alza de los precios; o el sesgo de urgencia, una distorsión cognitiva que lleva a las personas a priorizar tareas o decisiones que parecen urgentes, aunque no sean importantes. Estos fenómenos empujan a decisiones de consumo impulsivas o conservadoras sin base racional.
Desde el lado inversor, el miedo ha ganado un protagonismo desmedido. Hernández Reche destaca cómo las emociones están condicionando más las inversiones que los datos reales. “Hoy se reacciona más a un titular que a un análisis profundo. Vivimos en un contexto de sobreinformación donde la intuición sustituye al razonamiento, y eso genera decisiones erráticas que pueden ser muy costosas”, explica. Esta situación ha reforzado la tendencia a buscar refugio en activos conservadores, aunque no siempre sean la mejor opción objetiva.
El impacto psicológico de la inflación genera una sensación de pérdida de control que se traduce en decisiones reactivas y, muchas veces, erróneas. En los hogares, el miedo a que los precios sigan subiendo desencadena conductas como el consumo anticipado, la compra impulsiva o el ahorro mal orientado. En los mercados financieros, el vértigo se impone sobre la lógica, dando paso a una “parálisis por análisis” que puede llevar a perder oportunidades reales. “El miedo es una emoción legítima, pero cuando gobierna nuestras decisiones, nos aleja de la racionalidad”, subraya el CEO de Tecnotramit.
Ante este panorama, desde Tecnotramit se reivindica el papel fundamental de la Psicología Económica como disciplina para ayudar a interpretar y modular nuestras reacciones. “No podemos controlar el mercado ni anticipar todos los escenarios, pero sí podemos entrenar nuestra forma de responder. Invertir en autocontrol, en educación financiera y en una estrategia flexible puede ser más rentable a largo plazo que cualquier oportunidad especulativa”, añaden desde la compañía.