A partir de 2030 se exigirá que todas las viviendas en venta o alquiler tengan una calificación energética mínima de E para poder operar en el mercado inmobiliario. Y, según la FAI, la edad media de los inmuebles en nuestro país supera los 43 años de antigüedad. Es decir, gran parte del parque inmobiliario español se ha construido sin los estándares mínimos de eficiencia energética que se exige.
Hablar de eficiencia es hablar de confort, pero también de seguridad y salud. Abordamos estos temas con Guillermo Muñiz, director comercial de Sto Ibérica.
- ¿Cómo de consciente creen que es el público general respecto de los problemas derivados de viviendas con baja eficiencia energética?
La verdad es que, si hablamos de conciencia sobre la eficiencia energética, diría que aún hay mucho camino por recorrer. Muchas personas no son conscientes de que vivir en una vivienda con baja eficiencia además de encarecer las facturas de energía, afecta al confort diario, la salud y la durabilidad del propio edificio. Factores como el frío en invierno, el calor en verano o la aparición de humedad y moho no siempre se asocian con la eficiencia energética, pero son consecuencias directas.
De hecho, según la Asociación Nacional de Fabricantes de Materiales Aislantes, en los últimos seis meses solo un 9% de los españoles ha mejorado el aislamiento de su vivienda para reducir el consumo energético, frente a un 14% de media en Europa. Esto evidencia que, aunque el tema es crucial, todavía muchas de estas consecuencias pasan desapercibidas para la mayoría, y hay un gran trabajo de concienciación por delante.
- ¿Cuáles son los indicadores más comunes que permiten diagnosticar que una vivienda es energéticamente ineficiente (aislamiento deficiente, pérdidas por estructura, etc.)?
Una vivienda energéticamente ineficiente suele mostrar señales claras tanto en su construcción como en la percepción diaria de quienes la habitan. En el plano estructural, los indicadores más evidentes son el aislamiento deficiente o inexistente en elementos clave como fachadas, cubiertas, suelos y medianeras, y las pérdidas de energía por la estructura, a menudo asociadas a puentes térmicos en esquinas, uniones o forjados. A esto se suman carpinterías antiguas con acristalamientos simples que no retienen el calor ni el frío de manera adecuada, aumentando la exposición de la vivienda a las condiciones externas.
Estos problemas estructurales implican un mayor consumo energético y se manifiestan en síntomas visibles dentro del hogar, como variaciones de temperatura entre estancias, sensación constante de frío o calor, humedad, condensaciones y aparición de moho. Reconocer estos indicadores de manera temprana permite priorizar intervenciones concretas, como mejorar el aislamiento de la envolvente, renovar ventanas u optimizar sistemas de ventilación, contribuyendo a un menor consumo energético y también a prolongar la durabilidad del inmueble.
- En el análisis que han hecho recientemente se menciona que hasta un 30% de energía puede perderse a través de techos, muros y suelos. ¿Qué factores estructurales suelen agravar estas pérdidas?
Efectivamente, hemos podido comprobar que, según datos de la Asociación Española de Fabricantes de Lanas Minerales, en muchas viviendas con aislamiento insuficiente, hasta un 30% de la energía se pierde a través de techos, paredes y suelos. Esto significa que, aunque la calefacción o el aire acondicionado funcionen correctamente, gran parte del calor en invierno o del frescor en verano se escapa al exterior, aumentando el consumo energético y reduciendo el confort interior.
Estas pérdidas se agravan por factores estructurales como la falta o el deterioro del aislamiento en paredes, techos y suelos, las carpinterías antiguas con vidrios simples y los puentes térmicos en esquinas, uniones y forjados. También influyen las filtraciones de aire por juntas y grietas, así como cubiertas mal ventiladas o materiales con baja capacidad térmica. Todos estos elementos provocan que la vivienda no aproveche correctamente la energía que consume y que el confort interior se vea comprometido.
- ¿Qué costes a largo plazo suelen subestimarse cuando alguien adquiere una vivienda poco eficiente (mantenimiento, reparaciones, consumos elevados)?
Cuando alguien compra una vivienda poco eficiente, suele centrarse en el precio de adquisición y no valorar completamente los costes que se acumulan con el tiempo. Entre los más importantes están los consumos energéticos: una casa con aislamiento insuficiente o sistemas de climatización antiguos obliga a gastar mucho más en calefacción y aire acondicionado, y esas facturas elevadas se repiten año tras año. Esta realidad afecta a muchos hogares: según el Informe sobre el Estado de la Unión de la Energía 2024, hasta un 20,8% de los hogares españoles no pudieron mantener su vivienda a una temperatura adecuada durante el invierno pasado, el doble del promedio europeo (10,6%), provocando que muchas familias tengan que destinar una proporción creciente de sus ingresos al consumo energético.
Además, las viviendas poco eficientes tienden a sufrir un mayor desgaste estructural. La exposición continua a cambios térmicos y humedad puede provocar fisuras, condensaciones o daños en materiales como paredes, techos, suelos e instalaciones. Estos problemas, además de afectar al confort, pueden derivar en reparaciones costosas y frecuentes con el tiempo, sustitución de revestimientos, arreglos de humedades o renovación de sistemas de calefacción y climatización.
- En una vivienda de tamaño medio (90 m²), ¿qué cuantía de sobrecoste energético podría esperarse en un año?
Tomando como referencia que, tal y como comentábamos, según la Asociación Española de Fabricantes de Lanas Minerales, las viviendas con un aislamiento insuficiente pueden perder hasta un 30% de la energía, en una vivienda de 90 m² esto se traduce en un gasto extra de más de 500 € al año. Y si lo proyectamos a largo plazo, hablamos de más de 15.000 € en 30 años, un coste que se va acumulando de forma silenciosa y que muchas veces pasa desapercibido.
- ¿Qué consecuencias puede tener un hogar con baja eficiencia energética (salud, confort, humedad, moho, variaciones térmicas) para sus habitantes?
La falta de aislamiento adecuado y de sistemas de ventilación eficientes puede generar importantes problemas dentro de un hogar. La humedad tiende a acumularse, lo que favorece la aparición de moho y condensaciones, mientras que la vivienda experimenta variaciones de temperatura entre distintas estancias o a lo largo del día. Todo ello afecta directamente al confort, haciendo que los habitantes perciban frío o calor constante y que la calidad del descanso se vea reducida.
Además de generar incomodidad, estas condiciones repercuten directamente en la salud y el bienestar de quienes viven en la vivienda, tanto a nivel físico como psicológico. La exposición continuada a humedad y moho aumenta el riesgo de problemas respiratorios y alergias, mientras que las variaciones térmicas constantes pueden provocar cansancio, falta de concentración y sueño menos reparador. A nivel emocional, vivir en un entorno con temperaturas irregulares y sensación de disconfort puede afectar el estado de ánimo, pudiendo generar estrés, frustración y sensación de incomodidad constante, lo que a largo plazo puede incluso aumentar el riesgo de padecer trastornos como ansiedad o depresión.
- ¿Qué peso tiene la etiqueta energética o la eficiencia energética en la decisión de compra o alquiler actualmente?
Aunque no somos expertos inmobiliarios, por lo que nos transmiten las empresas con las que trabajamos, la eficiencia energética está ganando cada vez más peso en las decisiones de compra o alquiler, aunque todavía no supera a factores tradicionales como el precio o la ubicación. Cada vez son más los compradores y arrendatarios que preguntan por la calificación energética antes de decidirse, porque entienden que una vivienda eficiente reduce los costes de energía y aporta mayor confort y protección frente a futuras subidas de precio de la electricidad o el gas.
Por tanto, aunque, como comentaba, la eficiencia energética no supera al precio ni a la ubicación como factor decisivo, sí se ha convertido en un elemento diferenciador. Cuando se comparan viviendas con características similares, una mejor calificación energética puede inclinar la decisión a su favor.
¿Qué señales o síntomas deberían alertar a un propietario de que hay un problema emergente en su vivienda?
El punto de partida para entender los problemas energéticos en una vivienda suele estar en su antigüedad. Según un estudio del Consejo General de Colegios de Administradores de Fincas (CGCAFE), el 42,7% de las viviendas españolas se construyeron antes de 1980, es decir, antes de que entrara en vigor la Norma Básica de la Edificación NBE-CT-79, que introdujo la obligación de incorporar aislamiento térmico en muros y fachadas. Esto significa que gran parte del parque inmobiliario nació sin los estándares mínimos de eficiencia energética, lo que hoy se traduce en deficiencias estructurales que pueden afectar el rendimiento del edificio.
Más allá de la antigüedad, hay señales que alertan de manera temprana sobre problemas emergentes. Entre las más evidentes están aumentos inesperados en las facturas de calefacción o refrigeración, variaciones de temperatura dentro de la vivienda que antes no se notaban, y la aparición de humedad, condensaciones o moho en paredes y techos. También se deben vigilar fisuras en juntas, carpinterías que empiezan a deteriorarse, sistemas de climatización que funcionan irregularmente, y la falta de ventilación o protecciones frente al sobrecalentamiento en zonas soleadas. Detectar estas señales a tiempo permite al propietario planificar intervenciones concretas para mejorar la eficiencia energética, proteger la inversión y garantizar un entorno confortable y saludable para quienes habitan la vivienda.
- Hoy, en cualquier operación de compraventa o alquiler es obligatorio presentar el Certificado de Eficiencia Energética (CEE), y muchas viviendas con calificación F o G ya ven cómo esto afecta su valor y comercialización ¿Qué retos supone esto para las comunidades de vecinos de los parques inmobiliarios más antiguos de Europa?
El Certificado de Eficiencia Energética ha puesto de relieve una situación que antes pasaba desapercibida: muchas viviendas presentan calificaciones bajas, y eso ya influye en su valor y en la facilidad para venderlas o alquilarlas. Los pisos con calificación F o G pueden ver cómo su precio se ajusta a la baja o incluso enfrentarse a dificultades para encontrar compradores o inquilinos, porque estos perciben que suponen mayores costes de mantenimiento y consumo energético.
En España, con un parque inmobiliario entre los más antiguos de Europa, y donde la Federación Nacional de Asociaciones Inmobiliarias (FAI) sitúa la edad media de los inmuebles en más de 43 años, las comunidades de vecinos se enfrentan a retos importantes. Además de mejorar fachadas, cubiertas y medianeras, renovar instalaciones y optimizar carpinterías y aislamiento, deben coordinar decisiones entre todos los propietarios, gestionar presupuestos y planificar la financiación de las obras. A esto se suma la necesidad de cumplir con la normativa vigente, garantizar la seguridad de los miembros del vecindario durante las intervenciones y mantener la convivencia durante los trabajos. Solo abordando estos retos de manera conjunta será posible transformar un edificio antiguo en un hogar más eficiente, confortable y sostenible, protegiendo su valor a largo plazo y la calidad de vida de quienes habitan en él.
- Por hacernos idea del alcance, ¿cuáles son las etiquetas energéticas más habituales de los edificios en España?
Si echamos un vistazo al parque residencial en España, vemos que muchas viviendas tienen calificaciones bajas, especialmente E, F y G, según los datos del Ministerio para la Transición Ecológica. Esto significa que gran parte de los hogares consumen más energía de la necesaria para mantener un nivel de confort aceptable, con facturas más elevadas y espacios que no siempre resultan cómodos a nivel térmico. Son cifras que llaman la atención porque reflejan un problema estructural muy extendido: no se trata de casos aislados, sino de una situación bastante generalizada en nuestro país.
- ¿Y cuáles las características habituales de estos activos que en su mayoría cuentan con más de 40 años desde su construcción?
Las viviendas con más de 40 años suelen conservar los materiales y soluciones constructivas habituales en la época de su construcción, lo que se traduce en aislamiento limitado o inexistente en paredes, cubiertas y suelos, carpinterías tradicionales con ventanas de vidrio simple y sistemas de calefacción o climatización diseñados para estándares de consumo de otra época. La envolvente raramente ha sido renovada, por lo que estas viviendas dependen de sus materiales originales para mantener el confort interior.
- De cara a plantear soluciones, ¿qué medidas de rehabilitación energética podríamos señalar como más eficaces y costo-efectivas (aislamiento exterior, fachadas ventiladas, ventanas de alta eficiencia, renovación de instalaciones, etc.)? Es decir, ¿por dónde empezamos la obra de rehabilitación?
Para empezar una rehabilitación energética, lo más eficaz suele ser actuar primero sobre la envolvente del edificio: fachadas, cubiertas y medianeras, porque es ahí donde se concentran la mayor parte de las pérdidas de energía. Una vez estabilizada la envolvente, conviene abordar otras actuaciones que incidan en ventanas, carpinterías y sistemas interiores, ya que juntas permiten mejorar notablemente el confort y reducir el consumo energético.
El aislamiento térmico juega un papel clave dentro de todas estas actuaciones. Soluciones como los SATE o las fachadas ventiladas ayudan a mantener la temperatura interior estable, reducen la necesidad de calefacción o aire acondicionado y protegen la construcción frente a humedades y condensaciones. Desde el primer momento, este tipo de intervenciones minimizan el consumo energético y los costes asociados, convirtiéndose en un escudo eficaz frente a la ineficiencia.
En Sto Ibérica llevamos casi 60 años desarrollando soluciones de aislamiento térmico exterior que reflejan nuestra filosofía de eficiencia y confort. StoTherm, nuestra familia de soluciones SATE, nació en 1965 y desde entonces ha evolucionado para adaptarse a todo tipo de proyectos, tanto en obra nueva como en rehabilitación. Hoy contamos con nueve sistemas diferentes, como StoTherm Classic, StoTherm Vario, StoTherm Mineral o StoTherm Wood, que permiten mejorar el aislamiento de las fachadas, proteger frente a humedades y condensaciones y garantizar la seguridad y durabilidad de los edificios.
Por su parte, StoVentec es nuestro sistema de fachada ventilada, que complementa el aislamiento exterior añadiendo una capa de aire entre el revestimiento y el aislamiento. Esta ventilación continua permite que la fachada respire, evitando humedades y condensaciones, mientras mejora el confort térmico y prolonga la vida útil del inmueble. StoVentec se ofrece en ocho tipologías diferentes, desde acabados cerámicos o de vidrio hasta opciones con integración de paneles fotovoltaicos, adaptándose a las particularidades de cada proyecto.
Además de estas actuaciones sobre la envolvente, hay otras medidas complementarias que son clave para una rehabilitación integral: instalar ventanas de alta eficiencia con doble o triple acristalamiento, sustituir carpinterías antiguas con rotura de puente térmico, y renovar sistemas de calefacción, refrigeración y agua caliente por opciones más eficientes, como bombas de calor o calderas de condensación. Estas mejoras combinadas reducen de manera significativa el consumo energético y aumentan el confort, así como la durabilidad del inmueble y su valor en el mercado.
- Este reto busca mejorar la eficiencia energética y el nivel de salubridad de los edificios, pero también afectará a otras cuestiones como los precios de la vivienda que subirán inevitablemente al incrementarse los costes…
Es inevitable que las viviendas más eficientes energéticamente tengan un precio superior, y esto ya queda reflejado en estudios como el informe ‘¿Influye la eficiencia energética en el precio del inmueble?’ del Banco de España. Según este análisis, las propiedades con calificación A o B se venden de media hasta un 9,7% más caras que aquellas con F o G. Este dato demuestra que la eficiencia energética ya se reconoce como un valor añadido, y que el mercado incorpora los costes asociados a construir o mantener un inmueble con mejores estándares de confort y eficiencia.
Para los hogares, este incremento en el precio supone un reto real, porque acceder a una vivienda más eficiente requiere una inversión inicial mayor. Sin embargo, este coste adicional no debe verse solo como un gasto: refleja que el inmueble ya incorpora mejoras que reducen el consumo energético y aumentan el confort desde el primer momento, lo que se traduce en facturas de calefacción y refrigeración más bajas, un ambiente interior más saludable y estable, y una vivienda que mantiene mejor su valor en el tiempo. En otras palabras, aunque el precio de entrada sea superior y el mercado sea competitivo, los hogares obtienen un retorno real en ahorro y calidad de vida, convirtiendo la eficiencia energética en un factor que protege tanto la economía familiar como el bienestar de quienes viven en la vivienda.